La familia, el trabajo de cuidados y la lucha feminista

Por Tamara Seiffer (UNQUI/CONICET y UBA). Revista ¿Economistas Para qué?, Septiembre, 2024

La forma en que satisfacemos nuestras necesidades, principalmente a través del mercado, tiene un carácter histórico. Con la disolución de modos de organización social anteriores, la producción social sale del ámbito familiar, cuyas tareas quedan limitadas al consumo de medios de vida que toman crecientemente la forma de mercancías. A partir de entonces, para consumir y reproducir la vida, es necesario tener dinero derivado de una venta anterior. 

Pero el conjunto de esas mercancías no entra en el consumo de los miembros de la familia de manera directa. Los mismos deben pasar por una transformación: por un proceso de trabajo. La comida debe ser preparada, la ropa lavada, la casa limpiada. “Eso que llaman amor es trabajo no pago” es la consigna bajo la cual todos los feminismos desde la década del ´70 buscan visibilizar que el trabajo realizado en el hogar es uno socialmente necesario. No existe el mismo consenso frente a la pregunta de por qué el mismo no se paga (Seccombe, 1974; Gardiner, 1975; Dalla Costa y James, 1977; Federici, 2013). Siguiendo los desarrollos de la crítica de la economía política encontramos la respuesta en que la unidad de proceso de trabajo y de consumo al interior de la familia está dada de manera inmediata y, por tanto, el dinero no necesita representar los trabajos realizados por cada quien (Marx, 1999; Iñigo Carrera, 2021). 

Pero la clave de la forma de organización social capitalista reside en la compra de la capacidad para trabajar. La familia dejó de ser ámbito de producción social porque el capitalismo conlleva la mercantilización de la fuerza de trabajo. Los productores son desposeídos de los medios de trabajo para trabajar por su cuenta, viéndose obligados a vender a quienes los poseen lo único que tienen en su poder. Por ello, con el advenimiento del modo de producción capitalista la familia pasa a ser principalmente una familia obrera. Sólo quien logra vender su fuerza de trabajo y obtener un salario a cambio puede consumir medios de vida. Mostrar que el llamado trabajo de cuidados o de reproducción social es fundamental para la reproducción de la fuerza de trabajo en tanto mercancía es otro de los méritos de los feminismos (Vogel, 2013). Se trata de una capacidad que debe ser renovada de manera constante en los trabajadores actuales y en los futuros potenciales vendedores de fuerza de trabajo: les hijes. Estos tienen que ser alimentados, bañados, curados, educados.

Estos trabajos que hacen a la reproducción de la fuerza de trabajo pueden realizarse de distintas maneras: por la vía mercantil, a través de la compra de bienes, servicios o fuerza de trabajo; por la vía estatal con la provisión de servicios públicos de salud, educativos, asistenciales, etc.; o a través de vínculos directos: principalmente en la familia. ¿Por qué esto es así?. Porque en el capitalismo la fuerza de trabajo debe estar portada por propietarios privados, es decir por sujetos libres. Más precisamente “doblemente libres” en tanto libres de relaciones de dependencia personal y despojados de los medios de producción para poder trabajar. La capacidad de comportarse como un sujeto libre es un atributo histórico que debe ser producido. El hecho de que el trabajo esté privatizado bajo la forma de la familia, produce el espacio de “lo íntimo” y la conciencia individual de la existencia de sujetos “en sí” (Seiffer, 2024). Como si fuéramos algo interiormente para recién luego ponernos en relación con los demás, primero en la familia, luego en otros ámbitos (Elias, 1998 y 2000; Ariés, 2023; Zaretsky, 1976). Por ello, la familia sigue apareciendo, sobre todo en los discursos escolares, como la “célula básica” de la sociedad. 

Esto significa que dada la condición de individuos libres que tenemos en el capitalismo, la producción de nuevas generaciones no puede producirse de forma general de manera directamente social. Se encuentra a cargo de las madres y los padres, como propiedad suya: les hijes siempre son de alguien. Por muy natural que parezca, que preocupe y hagamos más por la vida de les hijes propies que por la de les demás, es un resultado histórico que se deriva de la libertad. La familia es una forma social, histórica, de resolver la reproducción de seres humanos de forma privada con la mediación de lazos de dependencia personal. Eso que llamamos “vida privada” es un momento necesario y propio del capitalismo como la producción de mercancías en general. A pesar de parecer producto de la supervivencia de un resabio histórico, una familia en la actualidad no es lo mismo que una familia precapitalista no sólo porque sus formas concretas variaron (de rural a urbana, de extensa a nuclear, etc.), sino porque su contenido es distinto. 

Pero además, la forma específica en la que se reproducen los miembros de la clase obrera está determinada por la forma material que asume la organización del trabajo de la sociedad que la requiere con ciertos conocimientos, habilidades y disposiciones para cada lugar y etapa histórica. Estos atributos son transformados toda vez que los capitalistas, en búsqueda de la ganancia, se ven obligados a revolucionar las formas materiales de organización del trabajo y el consumo social. Se trata de transformaciones que requieren que el trabajo que se realiza para la producción de esos atributos quede cada vez más por fuera de la familia y pasen a estar provistos por instituciones como la escuela, espacios socializados de cuidado, etc, chocando con el carácter necesariamente privado de la familia para la producción de individuos libres. 

Hasta ahora, sin embargo, no explicamos por qué estos trabajos recaen mayormente en las mujeres. Esto es así porque en base a la capacidad potencial de gestar que se asume en quienes nacen con vulva, se nos socializa para poseer atributos asociados a las tareas de cuidado. Les niñes no eligen determinados tipos de juego por una naturaleza que les es intrínseca. El género es la forma que toma la producción de atributos productivos diferentes en base a esta diferenciación y es una de las primeras formas de la división social del trabajo. Es una forma histórica de asignar la capacidad total del trabajo de la sociedad. 

A medida que los trabajos de cuidados se socializan aumenta la participación de las mujeres en el mercado de fuerza de trabajo, pues en nosotras recae la mayor parte de las tareas de cuidados en el hogar. Pero cada transformación material en la manera en que se produce conlleva una modificación de lo que somos los seres humanos, que incluye las formas de la familia y de los cuidados. Estas se encuentran diferenciadas según los requerimientos del capital a las distintas porciones de la clase obrera. Para la clase obrera más calificada, el trabajo de cuidados se encuentra reducido vía su terciarización mercantilizada, por el acceso a servicios públicos, por la postergación de la edad para maternar o por su directo rechazo. En estas porciones es donde, además, bajo un proceso necesariamente conflictivo, empiezan a observarse cambios en los discursos y en las prácticas de cuidado con una mayor participación de los varones. Para la clase obrera que hace los trabajos más simples, implica un aumento de la demanda de su capacidad de trabajar bajo la forma de cuidados mercantilizados pero también problemas para la gestión de los cuidados en el seno de la propia familia, dando lugar a la discusión sobre su distribución desigual (y en este marco sobre las llamadas “cadenas globales de cuidado”). 

El trabajo de cuidados fue tematizado por el feminismo de manera muy temprana. Posteriormente a los debates sobre la socialización del trabajo doméstico que se llevaron a cabo en el marco de la Revolución Rusa (D´Atri, 2013), el debate más conocido fue el que impulsó la campaña internacional por el salario para el trabajo doméstico en los años ‘70. Su incorporación en la agenda pública de manera masiva, como objeto de conocimiento y de la política estatal, sin embargo, es mucho más reciente y aparece asociada a que porciones cada vez más amplias de la población no puedan reproducir su vida de la manera considerada normal, sea porque no pueden vender su fuerza de trabajo, sea porque lo hacen pero de forma irregular y su salario no alcanza para satisfacer el conjunto de sus necesidades. Surge entonces la pregunta de por qué la sociedad no reconoce las tareas de cuidados bajo la forma dineraria (sobre todo donde el trabajo de cuidados se realiza bajo la forma de redes comunitarias). Por ello, si los debates de antaño aparecían asociados a la crítica de la familia y al modo de producción capitalista en tanto se señalaba su importancia en la producción y reproducción de la fuerza de trabajo como mercancía, en los debates actuales el foco está puesto en la “crisis de reproducción” y la lucha por el reconocimiento del trabajo de cuidados coincide, bajo distintos argumentos, con la lucha en torno a los llamados Ingreso Ciudadano o Renta Básica Universal.

Como puede verse, por motivos diversos, las distintas porciones de la clase obrera se enfrentan al problema de la organización social de los cuidados. Preguntarnos por ella es preguntarnos por la forma en que se organiza el trabajo de la sociedad en general. Y cuestionar los trabajos de cuidado que se hacen en el ámbito privado de la familia nos obliga a enfrentar el problema del carácter privado del trabajo también en general. 

Referencias Bibliográficas

Ariès, P. (2023). El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Taurus.

Bhattacharya, T. (Ed.). (2017). Social Reproduction Theory Remapping Class, Recentering Oppression. Pluto Press.

D´Alessandro, M. (2016). Economía feminista Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour) Sudamericana.

D´Atri, A. (2013). Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo. Ediciones IPS.

Dalla Costa, M., & James, S. (1977). El poder de la mujer y la subversión de la comunidad. Siglo XXI.

Elias, N. (1998). La civilización de los padres. En La civilización de los padres y otros ensayos (pp. 407-450). Editorial Norma.

Elias, N. (2000). La sociedad de los individuos. Península.

Federici, S. (2013). Revolución en punto cero: Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Traficantes de Sueños.

Ferguson, S. y Mc Nally, D. (2013). Capital, labour-power, and gender-relations: Introduction to the Historical Materialism Edition of Marxism and the oppression of women. Vogel, L. (2013). Marxism and the Oppression of Women: Toward a Unitary Theory. Haymarkets Books, pp. XVII-XL.

Gardiner, J. (1975). El papel del trabajo doméstico. En W. Seccombe, J. Gardiner, & J. Harrison (Eds.), El ama de casa bajo el capitalismo (pp. 101-123). Anagrama. 

Iñigo Carrera, J. (2021). Conocer el capital hoy. Usar críticamente El Capital (Segunda edición ampliada). Imago Mundi.

Marx, K. (1999). El capital. El proceso de producción del capital. Tomo I (Vol. 1). Siglo XXI.

Rodríguez Enriquez, C. (2012). La cuestión del cuidado: ¿El eslabón perdido del análisis económico? Revista Cepal, 106. https://hdl.handle.net/11362/11524

Seccombe, W. (1974). The Housewife and Her Labour Under Capitalism. New Left Review, I/83, 3-24.

Seiffer, T. (2024). Capital, transformaciones de la clase obrera y olas del feminismo. Editorial Larga Marcha.

Vogel, L. (2013). Marxism and the Oppression of Women: Toward a Unitary Theory. Haymarkets Books.

Zaretsky, E. (1976). Capitalism, the family and personal life. Harper Colophon Books.