Para enfrentar a la ultraderecha: BASTA DE SAPOS

Después de la denuncia por violencia de género de Fabiola Yañez contra Alberto Fernández, el peronismo parece estar “contra las cuerdas”. A la lista de sapos que, propios y ajenos, se han visto condicionados a deglutir, el escándalo del ex presidente evidencia una crisis ideológica en el progresismo local que urge superar. La batalla cultural del gobierno de Javier Milei en un momento de decepción y confusión generalizada. 

El material divulgado como evidencia de la violencia de género ejercida por Alberto Fernández sobre su ex esposa revela su siniestro cinismo, del que lamentablemente no podemos sorprendernos. No hace falta mirar tan arriba para observar a varones que se han llenado la boca hablando de antipatriarcado, feminismo y contra la violencia de género, y luego han sido denunciados por situaciones de violencia verbal, física y sexual, siendo muchos de ellos militantes políticos y referentes de distintos espacios del progresismo y de la izquierda. El patriarcado, como sistema milenario de relaciones sociales, políticas, culturales y económicas, opera en la capilaridad del tejido social y se desarrolla más allá de todo discurso “políticamente correcto”. El patriarcado es real porque golpea, mata y viola, no porque sea narrado y difundido por especialistas en conferencias. Entonces, la información sólo revela que se cayó la careta de otro varón golpeador, que es imposible “terminar con el patriarcado” en el marco del Estado capitalista, como dijo Alberto Fernández al asumir.

Sin embargo, en el marco de la batalla cultural e ideológica, el gobierno de La Libertad Avanza (LLA) y sus aliados aprovechan para arremeter contra el feminismo, diciendo que no es más que una mentira, que las políticas de género son innecesarias y que forman parte de un curro. Ese mensaje simplón subyace en cada una de las miles de reproducciones, tweets y análisis de medios hegemónicos afines al gobierno. Así, se desplegó una batería armamentística en el primetime televisivo que, desde el jueves 8/8 y hasta el día de hoy, oficia de cortina de humo para el desastre social y económico del oficialismo. 

La cortina de humo y los medios para la batalla

Este cimbronazo informativo de la última semana pateó el tablero de la agenda política. Luego de la aprobación de la Ley Bases y la firma del “Acta de mayo”, el Gobierno había alcanzado cierta estabilidad política y, en sus términos, comenzaba a tener herramientas para impulsar definitivamente el plan de gobierno neoliberal. Sin embargo, los indicadores económicos continúan demostrando que no hay un repunte de la actividad económica y nada indica que lo haya en un futuro cercano. Una posible devaluación y el correspondiente salto inflacionario están a la vuelta de la esquina, amenazando la tendencial baja de los precios. Así, la economía Argentina continúa en un letargo recesivo con tasas récord de pobreza, en una dinámica que no va a cambiar ni siquiera por el avance extractivista de enclaves en Vaca Muerta y la cordillera.

Desde el punto de vista político, la visita de seis diputados de LLA a un grupo de genocidas en el Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza -entre los que se encontraba Alfredo Astiz- había movido las placas tectónicas en el Congreso. No sólo por el hecho apologista de la dictadura, sino por la complicidad de funcionarios importantes en la organización de dicho encuentro: Martin Menem y Patricia Bullrich. Esta visita evidenció la coordinación entre los genocidas y LLA para un proyecto de ley que libere a los genocidas condenados por crímenes de lesa humanidad.

A su vez, se pusieron en agenda los $100.000 millones que Milei dejó disponibles para la SIDE en carácter de fondos reservados. Esto alertó incluso a bancadas colaboracionistas, ya que en la política argentina se conoce sobradamente que los servicios de inteligencia son una herramienta para espiar y disciplinar a propios y ajenos. ¿Fue Fabiola coaccionada a denunciar por los servicios de inteligencia que filtraron sus fotos con golpes en la cara? Amén de la revictimización de una mujer golpeada y de la difusión de imágenes privadas sin consentimientos de otra, la viralización de estos materiales audiovisuales “farandulizaron” la política: desviaron el centro de atención y concedieron al gobierno un margen para no centrar la discusión en los ejes que pudieran debilitarlo. Lo que se deja observar con esta operación, por la coordinación de las filtraciones y su impacto, es –una vez más– el oscuro entramado detrás de la dinámica de los “carpetazos”, donde habitan servicios de inteligencia, policías, magistrados del poder judicial y miembros del gobierno, hoy comandados por el “anticomunista” Santiago Caputo y su ministro de Justicia, Cuneo Libarona.

El alcance de esta operación tiene un efecto expansivo: disciplinar a través del miedo a toda la oposición, generando una dinámica donde nadie quiera levantar su perfil opositor por temor a sufrir una operación de estas características, en un sistema político (hablando de partidos patronales) donde casi nadie se encuentra totalmente limpio.

Interpretaciones, ¿hacia atrás o hacia adelante?

La política de shock del gobierno profundiza la tendencia a la crisis de la salud mental: angustia, desmoralización y depresión. El desencanto y la pérdida de horizonte se encuentran a la orden del día, minando sobre el campo progresista que alguna vez apoyó, sea con su voto o con su militancia, el proyecto del Frente de Todos. No nos referimos al funcionariado ni las altas cumbres del PJ: hablamos de quienes depositaron un voto de confianza en el proyecto de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner como superación del ajuste de Macri y el FMI. Finalizado el gobierno del Frente de Todos, no solo fueron evidentes las promesas incumplidas, la claudicación ante el FMI, la “poca nafta” (o tibieza) para impulsar reformas y los datos espeluznantes de la crisis económica. Ahora también podemos comprobar el doble discurso, el cinismo, la corrupción y la falta de ética, todas características que el gobierno de ultraderecha utiliza ahora en contra del campo popular en su conjunto.

Muchos referentes del campo progresista peronista salieron a decir algo al respecto. Nos interesa aquí polemizar con Juan Grabois. En un extenso tweet, el referente de Patria Grande repudió a Alberto Fernández haciendo gala de su pragmatismo peronista: reconoció que el peronismo elige desde hace años a sus peores exponentes (Scioli, A. Fernández y Massa) pero que, aun así, haberlos votado y apoyado fueron siempre la opción correcta. Y no solo eso sino que en la misma situación, aun con el diario del lunes, volvería a votar a esos que piden premios nobeles para Milei, que golpean a sus parejas o trabajan para fondos buitres y negocian con el narco en la zona norte de Gran Buenos Aires.

Ante la decadencia del panorama, nosotres creemos que es hora de salir de esta encerrona que el peronismo y los sectores progresistas afines vienen planteando desde la finalización del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. La posición del mal menor ha socavado todos y cada uno de los principios sostenidos por esa parte del campo popular que, al menos discursivamente, identifica a la derecha como su enemigo y como una necesidad avanzar en transformaciones concretas que mejoren la correlación de fuerzas entre la clase trabajadora y los sectores concentrados de la economía. Por eso, es hora de romper esa lógica política que lleva a tanta militancia honesta y progresista a esta trampa; lógica impulsada una y otra vez por la dirección política del movimiento peronista y luego internalizada por referentes de todos los niveles. Alberto Fernández no es más que una expresión de realidad aumentada, pero que también tiene su expresión en el apoyo a referentes conversos como Scioli o conservadores como Guillermo Moreno, en el sostén a los sectores burocráticos que dentro de la CGT negocian la reforma laboral y abandonan toda resistencia, en el acompañamiento a dirigentes rancios y corruptos en municipios, y la lista sigue. 

La hipótesis y la táctica del mal menor son la tendencia hacia la eterna decadencia, pero ello no se explica -únicamente- por las cualidades de sus referentes. Se explica por el rechazo a romper los estrechos contornos que permite la política burguesa y encaminarse a la construcción de transformaciones profundas lo que requiere en parte superar la real politik del sistema. La apuesta al mal menor tiene como máxima el propio sostén en el poder y para eso todo vale, cualquier otra opción es hacerle el juego a la derecha. Esta mirada posterga para un futuro incierto la construcción de un proyecto de les de abajo, en función de nuestros propios intereses. Así es como termina siendo funcional a los distintos sectores del empresariado que tratan de sacar tajada y construir su “modelo” para el capitalismo dependiente local, que hoy en día tiene por eje central un consenso extractivista y de destrucción de las organizaciones colectivas que atraviesa a los partidos del régimen.

Si hay algo que puede hacerse en este momento es ofrecer resistencia, organizando las fuerzas vivas del campo popular que repudian el plan de ajuste y saqueo del gobierno actual. Para ello, es necesario romper de manera intransigente con los que pusieron delante las banderas del feminismo y la justicia social para esconder las peores miserias propias del sistema. Es tiempo de consolidar procesos de unidad de acción que den la lucha en la calle y desde abajo, que cuestionen la pasividad de las centrales sindicales y que se opongan fervientemente a los despidos y las políticas de ajuste. No hay tiempo para esperar al 2026: quienes osan proponerlo como salida no hacen más que reafirmar sus privilegios de clase.

Y también es hora de abandonar la idea de que la política se reduce a comer sapos para ganar una elección. Hay que tomar la política en nuestras manos y ponernos como horizonte la construcción de una alternativa política que persiga la construcción de una nueva sociedad, feminista y socialista, donde sea el pueblo trabajador quien se ponga al frente de la historia. Somos conscientes de que esa perspectiva requiere de mucho trabajo desde las izquierdas, que necesitamos aprender a convivir en la heterogeneidad de los espacios de base y conducir los procesos sin sectarismo para desarrollar la perspectiva de una revolución necesaria e invitar a todes les compañeres que hoy están dispuestes a no rendirse y dar pelea. 

Contra la ultraderecha: ¡Basta de sapos! ¡Hay otro camino! Rompamos la pasividad y construyamos un proyecto político que socave a este y todos los gobiernos que nos arruinan la vida a millones de trabajadores para beneficiar a un puñado de empresarios. ¡La salida es por izquierda!