
El gobierno de Milei pretende modificar de raíz la configuración social y política en nuestro país. A casi dos meses de asumido el nuevo gobierno venimos sufriendo un ataque de enormes proporciones. El anuncio de su plan económico, la imposición del DNU y el impulso de la Ley ómnibus son sólo un primer paso para cambiar drásticamente la correlación de fuerza entre las clases, destruir derechos conquistados y disciplinar toda nuestra capacidad de lucha. Como respuesta, desde los barrios populares y todas las plazas del país, les trabajadores y las organizaciones populares opusimos formas de resistencia: asambleas articulaciones, movilizaciones y cacerolazos. Frente a la rosca por arriba, nos juntamos por abajo, contraponiendo dos modos distintos de ejercer el poder político. ¿Nos quieren disciplinades? Respondamos con nuestra completa insubordinación contra el sometimiento, seamos desobedientes ante la injusticia, que la rebeldía crezca y se organice.
Fotos: Camila Flores
En primer término, el anuncio de avanzar hacia la vieja y conocida receta de déficit cero augura un ajuste mucho más profundo del que ya veníamos sufriendo. Tras la última devaluación, la inflación alcanzó los niveles más altos registrados en nuestro país desde la hiperinflación en 1990, empeorando aún más la situación con la que cerró el gobierno de Alberto Fernández: la liberación de los precios y el tarifazo en el transporte y los servicios ha recortado casi a la mitad la capacidad adquisitiva de nuestro salario. El paquete de leyes intenta avanzar aún más. Buscan salvar las ganancias empresariales recortando las jubilaciones, apropiándose del Fondo de Garantía de Sustentabilidad del ANSES, congelando los planes sociales, afectando nuestro salarios a mayores cargas y manteniendo el presupuesto 2023, lo que supone menos plata para salud, educación y para las políticas sociales que impactan directamente en nuestra calidad de vida.
El ataque, sin embargo, no termina ahí. El plan de reformas del gobierno y sus compinches busca legalizar el saqueo y la expropiación sobre nuestros bienes comunes y nuestras vidas, ofreciendo un marco legal para la expoliación, la tan reclamada “seguridad jurídica” que exigen las multinacionales y los fondos buitres para invertir. Quieren garantías para despojar territorios, transformándolos en zonas de sacrificio y fugar las ganancias que obtengan.
Para todo eso necesitan disciplinarnos. Saben que este pueblo va a dar pelea, que tiene una enorme historia de lucha. Por eso quieren doblegar la capacidad organizativa de la clase trabajadora con una reforma laboral precarizadora, para que el empleo no le cueste un centavo al patrón (“disminuir el costo laboral”, le llaman) y para introducir mecanismos de competencia entre laburantes. Pretenden impedir el desarrollo de herramientas y espacios de reunión, deliberación y organización política y gremial. Para garantizarse la impunidad, impulsan una reforma penal para que los integrantes de las fuerzas no rindan cuentas por sus acciones represivas. A contramano de la normativa internacional, las policías y fuerzas de seguridad, en lugar de tener una responsabilidad agravada por portar un arma de fuego, tendrán una inmunidad especial. Con el Protocolo Represivo intentan impedir e ilegalizar el ejercicio del Derecho Constitucional a la protesta social.
Las instituciones del sistema político y la “democracia” que expresan
Este escenario muestra una vez más que esta “democracia representativa” es pura formalidad, que diputados y senadores actúan completamente “autonomizados” de los intereses y la opinión de quienes supuestamente representan: ya está, fueron elegidos, usan la banca como propia, no tienen que rendir cuentas, no los podemos destituir. El salto de bando de integrantes de UxP, las negociaciones a escondidas en hoteles, las presiones de los grupos concentrados muestra de modo tragicómico que las instituciones están sometidas a los intereses del poder económico. La Corte, que posterga el tratamiento de un decreto de supuesta necesidad y urgencia para especular con la resolución que hagan los grupos de poder sobre el nuevo andamiaje jurídico, se muestra una vez más como un poder completamente ajeno al pueblo. Esta es la esencia de la democracia de este Estado al servicio de una clase, que garantiza las condiciones generales para la acumulación de capital, que bajo la apariencia de aparato neutral busca presentar el interés de los ricos como si fuera el de todxs. De esta manera nos piden que nos sacrifiquemos para que ellos sigan acumulando riqueza
La única posibilidad que tenemos de frenar el proyecto ultra neoliberal que nos quieren imponer es la movilización popular. En el 24E en la más amplia unidad de acción, con la movilización de más de 1 millón en todo el país pudimos denunciar que por ese camino “no la vemos”, que la salida de la crisis no puede ser la del ajuste, el hambre y la represión.






Democracia de les de abajo para fortalecer el poder popular
Las memorias de la resistencia al macrismo y los aprendizajes de las luchas del 2001 se reactivaron el 20 de diciembre pasado, cuando a pesar de las amenazas represivas logramos romper el protocolo de Bullrich en las calles. La primera movilización contra el gobierno de Milei la hicimos para conmemorar la resistencia de nuestro pueblo contra el plan neoliberal de Fernando de la Rúa, dando inicio a un proceso de organización de les de abajo en las calles, venciendo el miedo con que nos intentan aislar y disciplinar.
Los primeros cacerolazos del mismo 20 lograron luego constituirse en procesos asamblearios en los barrios y también se abrió un estado de deliberación en los lugares de trabajo o surgieron coordinaciones amplias, como la de les trabajadores de la cultura. Esa ruptura del protocolo demostró que sí se podía resistir el ajuste brutal de Milei, y de a poco se volvió a prender otro modo de ejercicio del poder.
Estas formas de activismo responden a un ejercicio acumulado de años de debate y organización popular en nuestro país: las formas de organización feminista en los Encuentros Plurinacionales de mujeres y disidencias o la organización multisectorial en la pelea por la legalización del aborto también se ponen en juego en este momento. Y condensan a la vez las experiencias de organización en los espacios territoriales, los colectivos culturales, en las luchas en defensa del agua, de la soberanía alimentaria, del ambiente. Aunque de modo embrionario, desarrollan expresiones de una verdadera democracia, en la que no estamos obligades a elegir “lo menos peor” sino que podemos discutir desde nuestras realidades concretas, expresar nuestras necesidades históricas, decidir sobre nuestras vidas.
En ese proceso de debate y organización, se descorporativizan nuestras demandas: no peleamos solamente por nuestros intereses inmediatos afectados sino por un cambio de rumbo político general. Empezamos a mirar de conjunto lo que nos pasa. Lo hacemos en unidad, debatiendo con otres nuestros problemas, compartiendo cara a cara, conociendo la realidad de otros sectores, analizando, aprendiendo, sintetizando.
Estos espacios nos muestran que podemos hacernos cargo de discutir nuestra vida y planificar conscientemente los pasos que damos. Este proceso, en germen, nos permite conectar con otro modo posible de discutir y accionar sobre lo común, los asuntos de todes, que nos devuelve alegría y esperanzas en que otro mundo que merezca ser vivido es posible. Con ese horizonte, bregamos para que los organismos de poder popular se transformen, en el marco del avance de la lucha social y política, en organismos que permitan el crecimiento de un contrapoder social, en organismos de contenidos y soluciones alternativas, de construcción de hegemonía real de la clase trabajadora. Su perspectiva no puede ser la gestión de lo existente en el marco de estas relaciones sociales.
Desde Marabunta pensamos que la democracia socialista es una guía vital sobre hacia dónde y cómo caminar. En cada paso sabemos que es estratégico construir y ejercer el poder con les de abajo, en función de nuestros propios intereses como trabajadores/as, con independencia política de los patrones, cooperando en la forma más consciente posible y proyectándola hacia formas colectivas como clase. En este proceso, en esta praxis, cambiamos tanto al mundo como a nosotres mismes.
Sigamos construyendo la fuerza necesaria para que el DNU, la ley ómnibus, el protocolo represivo y todo el plan económico caigan! En esa lucha colectiva, fortalezcamos nuestras propias organizaciones, nuestra capacidad de construir y hacer política en nuestra propias manos.
Contra el sálvese quien pueda, ¡democracia de les de abajo para que la construcción sea colectiva!
Marabunta, 31 de enero de 2024.









