¿QUÉ MEMORIAS NOS TRAEN LOS 10 AÑOS DE LA INUNDACIÓN MÁS GRANDE DEL TERRITORIO QUERANDÍ?

Atribuir el poder de dominio a la naturaleza desvinculando de ella a los procesos de producción y reproducción de la vida en la sociedad capitalista es un viejo artilugio conservador. ¿Qué hizo el estado en medio de esta situación? Aportó caos, desorganización, superposición de estrategias, confusión informativa y buscó relegitimar al ejército. Algunas reflexiones sobre el rol de la universidad y el estado. 

Por Carolina Mamblona


A pesar de cómo la clase política lo pretendió instalar, lo acontecido con la inundación de La Plata y alrededores fue una catástrofe. Como ya se ha dicho innumerable cantidad de veces, no fue natural; se trató de un fenómeno social, político y económico que se buscó invisibilizar desde su naturalización. Atribuir el poder de dominio a la naturaleza desvinculando de ella a los procesos de producción y reproducción de la vida en la sociedad capitalista es un viejo artilugio conservador.

Se trató de un problema que es esencialmente político, producto del negociado inmobiliario que en el marco de los códigos de reordenamiento urbanos involucran a los gobiernos provincial y municipal junto a las empresas constructoras y la especulación financiera. La segregación urbana venía impactando tanto por la construcción de edificios en el casco céntrico de la ciudad, como en los barrios de la denominada “periferia”, que pasaron a revalorizarse por el aumento del valor del suelo para la construcción de barrios cerrados respondiendo a la demanda de “mayor seguridad”. 

Los sectores subalternos quedan así doblemente impactados por este negocio. En el origen de la ciudad, alejados de la periferia, con acceso restringido a los privilegios de los barrios céntricos en cuanto a servicios públicos como transporte, a educación, salud y cultura, pero también a vivir con espacios verdes y recreativos. En la etapa neoliberal, la valorización del suelo impuesta por las empresas inmobiliarias pone el foco en las afueras de la ciudad, a donde sectores acomodados buscan vivir más cercanos a la naturaleza y lejos del peligro de la “inseguridad”. Un negocio redondo, siempre relegando y expulsando a los trabajadores más pobres a las peores condiciones de vida.

Por ello afirmamos que este territorio querandí regado de humedales no contaba con una planificación urbana más amplia, que contenga un plan de urbanización y construcción sustentable y a largo plazo.  Ello, en el marco del evento de la inundación, hace que más que de una catástrofe deba hablarse de un crimen social que tuvo responsables políticos en su mayoría impunes hasta la actualidad.

¿Qué hizo el Estado en medio de esta situación? Aportó caos, desorganización, superposición de estrategias, confusión informativa y buscó relegitimar al ejército.

“Inundar de gendarmes la ciudad”, como ya había hecho en Santa Fe en 2003, aparecía para la clase política una estrategia novedosa. Se propuso que sea la gendarmería y el ejército quienes desarrollen acciones vinculadas a desarrollo social, como entrega de viandas, agua, alimentos, colchones y ropa. Ello formaba parte de una lavada de cara que se venía haciendo de las fuerzas de seguridad en nuevos roles que,  dotándolos de un rostro humano, los aleje de la imagen de perpetuadores de crímenes de lesa humanidad. Así estas fuerzas combinaron sus acciones “benevolentes” con la militancia cercana a la esfera de gobierno, utilizando la Facultad de Periodismo y Comunicación Social como base conjunta de operaciones. Allí se mezclaban recursos estatales de las políticas sociales, con la militancia alineada al gobierno nacional (“Unidos y Organizados”) y un discurso de solidaridad poco menos que confuso.

Esta fue una de las respuestas estatales y de un sector de la universidad: alinear a su tropa, articularlos a la “nueva función de las fuerzas armadas” colocadas para intervenir en los social y salir al territorio, desde un lugar de des-responsabilidad del estado, a relegitimar a una fuerza política en un momento de extrema angustia social. Sin duda que sea un tanque, un camión del ejército o una cocina de campaña no es una acción desprevenida sino que coloca un mensaje claro, criminalizar las posibles protestas, racionalizar los recursos y relegitimar a  la clase política que rehuía de dar la cara y tomar las decisiones adecuadas.  

En otras de las Facultades de la UNLP se cerraron las puertas, nada menos que en Trabajo Social que debía oficiar como centro de recepción de donaciones y articulación territorial con los barrios con los que existen años de trabajo en conjunto. Pero pese a esta decisión, un conjunto enorme de estudiantes de trabajo social y profesionales del área se congregaron para pensar qué hacer ante el grave escenario que dejaba como saldo enormes pérdidas materiales sobre todo para los más pobres, problemáticas de salud y pérdidas humanas de las que no se hablaba. La falta de un plan de acción global, la constitución de un comité de crisis sin propuesta alguna, la articulación de líneas de trabajo entre los ministerios brillaba por su ausencia. 

Fue así que se impulsó junto al Colegio Profesional de Trabajadores Sociales de la Provincia de Buenos Aires la realización casi inmediata de un relevamiento socio-sanitario de aquellas zonas más afectadas por la inundación. Sabíamos que la clase política iba a ocultar la información y era necesario contar con información clara, oportuna y colocada al servicio de la búsqueda de la verdad. Fueron los profesionales, y entre ellos los trabajadores sociales, sociólogos, psicólogos, abogadxs y estudiantes quienes, frente a la inoperancia del Estado, concurrieron de manera directa a los barrios y zonas más afectadas a relevar las primeras necesidades, contribuyendo a la organización de los propios vecinos, entre otros. 

El relevamiento se realizó en más de 10 zonas inundadas, siendo recibidos y acompañados por organizaciones sociales quienes abrían las puertas de vecinxs, de comedores, quienes estaban predispuestos a que se conozca la verdad. Cerca de 200 encuestadores1, profesionales coordinadores de grupos, un instrumento de relevamiento diseñando en tiempo record y presentado al consejo social de la universidad que dilató su participación, que luego sería procesado para ser presentado ante las autoridades de las políticas públicas y de las organizaciones barriales se pudo realizar por  la convicción política de un colectivo profesional crítico, comprometido con todo lo que atraviesa y vive la clase trabajadora y fundamentalmente independiente de los gobiernos de turno. Los resultados fueron presentados en la Facultad de Trabajo Social a pesar de sus directivos, ante un auditorio lleno de organizaciones territoriales de los barrios, las incipientes asambleas de inundados junto a la Multisectorial de La Plata, Berisso y Ensenada. Construir esta información, que también formó parte de las investigaciones que se llevaron adelante en la justicia como en comisiones parlamentarias, no hizo más que mostrar la convicción de un sector crítico de la universidad y un colectivo profesional que puso todo a disposición para este objetivo. Si esto lo podía llevar a cabo un colegio con recursos muy limitados, quedaba de manifiesto que ni la Universidad Nacional de La Plata, ni las esferas gubernamentales nacionales, provinciales y municipales tenían la decisión de dar a conocer la realidad. 

Poner sobre la mesa información confiable, de base científica, y que no busque ocultar la verdad fue una acción política pedagógica que llevó a cabo un sector crítico de Trabajo Social, convencido de la función social que tiene el conocimiento que debe estar colocado al servicio del pueblo. Una definición que allá por los años 60 un matemático expulsado de la UBA en la Noche de los Bastones Largos, en el marco de otra construcción intelectual de aquella etapa nos invitaban a pensar: Oscar Varsavsky planteaba el “hacer ciencia politizada”, siendo “la misión de científico rebelde es estudiar con toda seriedad y usando todas las armas de la ciencia, los problemas del cambio de sistema social”. Una invitación que la universidad vino dejando de lado en pos de constituirse en otra voz, alejada y burocratizada, sosteniendo el orden social más que posibilitando los cambios necesarios.

La organización popular autónoma y solidaria no realiza especulaciones políticas

Entre los relatos escuchados en el marco del relevamiento queremos resaltar aquellas experiencias donde cobra fuerza la organización autónoma, en muchos casos espontánea, aunque en general remite a experiencias previas de militancia social; y sobre todo cuando las mismas permiten reinstalar la resistencia popular a partir de prácticas contrahegemónicas. Se trata de poder actuar, ante la crisis que genera la catástrofe, donde las medidas tomadas se caracterizan por la acción directa, sin mediación institucional-estatal, y que en el devenir de los procesos se recuperen prácticas colectivas y se constituyan sujetos colectivos para enfrentar los problemas. 

En el marco de esta catástrofe, se volvieron a fortalecer vínculos entre vecinos, se recuperaron prácticas solidarias, buscando respuestas colectivas, apoyándose entre vecinos frente a problemas comunes que no encuentran solución en las esferas estatales y que buscan superar la arbitrariedad de los punteros o referentes políticos barriales.

Entre las acciones realizadas desde abajo se pueden mencionar:

Marchas: como parte de las salidas colectivas, teniendo su lugar de reclamo al municipio y a desarrollo social de provincia así como la municipalidad para conseguir recursos.

Ollas populares: ante la gravedad de la situación, vecinos y jóvenes organizan ollas populares realizando comidas comunitarias. Las ollas sirvieron para organizar comida caliente para muchas personas que se veían imposibilitadas de acceder por sus propios medios a las mismas, dado el deterioro y condiciones en que habían quedado sus viviendas y artefactos para cocinar, así como la escasez de alimentos.

Piquetes: se realizaron diversos piquetes en la ciudad, siendo uno de los objetivos principales la visibilización de barrios inundados que no estaban recibiendo ningún recurso a través del corte de calles o avenidas principales de la zona. De esta manera accediendo a vías de tránsito principales podían visibilizar la realidad de barrios muy ocultos o el reparto de recursos que no llegaban en camiones.

Asambleas: a partir de la desinformación imperante, los vecinos deciden autoconvocarse en las plazas del barrio, esquinas, en los puentes (arroyo El Gato) buscando organizarse para buscar causas y responsables de la catástrofe. Esta práctica sufre el embate de los punteros en muchos barrios, que intentan desarmarlas introduciendo situaciones de confusión que en algunos casos dividió a los vecinos. En la mayoría de los barrios las asambleas superan los obstáculos y pueden proyectarse a partir del nacimiento de las asambleas de inundados  o potenciando las existentes, como por ejemplo Tolosa.

Les vecines, como en el caso de la zona entre Los Hornos y San Carlos, implementaron formas de distribución igualitaria de los recursos provenientes de donaciones. Se organizaban los recursos recibidos en un patio de barro, mojado, pero muy predispuesto,  donde se armaba el comedor comunitario para la cena, mientras se clasificaban los recursos y se los repartían priorizando a los vecinos del barrio que viven en los márgenes del arroyo, con niños. Cuando llegaban autos que provenían de otras zonas, y que llevaban donaciones, luego de clasificarlas para distribuirlas equitativamente, se implementaban filas de vecinos para garantizar que los recursos lleguen y que quienes los llevaban se aseguren que iban a los inundados.

Trayectorias laborales en distintos oficios; fueron vitales para desarrollar tareas de evacuación, preservación de vidas poniendo a salvo a muchísimas personas, entre niños, enfermos, embarazadas. Se instrumentaron sogas en cadena para cruces de calles con corrientes fuertes; en chapas, mesas o tablas se trasladaron a vecinos lisiados, que se encontraban en sillas de ruedas o con serias dificultades para el auto-traslado.

Se realizaron salvatajes inverosímiles ante la ausencia del personal idóneo y los recursos apropiados. Como la joven de 20 años del barrio El Sueño que no se inundó porque vive en un primer piso pero pasó toda la noche salvando vecinos en una heladera que flotaba, a modo de bote improvisado en que operó como rescatista de muchísimos niños, adultos mayores y vecinos de su barrio. También algunos vecinos de otros barrios utilizaron canoas, embarcaciones utilizadas para uso recreativo puestas a disposición de los salvatajes. La respuesta inmediata y solidaria resultó indispensable para preservar la vida. 

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Nota:

  1. El miércoles 10 de abril se realizó la primera capacitación a los posibles entrevistadores y participaron entre cuatrocientos y quinientos estudiantes, principalmente de Trabajo Social, pero también de Psicología, Bellas Artes, Humanidades, entre otras. (regresar)