Volvemos al Encuentro a fortalecer las alianzas y a re-tejer las redes comunitarias que armamos por abajo todos estos años. Volvemos a recuperar las formas organizativas que supimos construir para batallar, para hacer visibles la opresión y la desigualdad, para pelear por lo nuestro, por hacer más vivible esta vida que pasamos quienes somos pobres, aún siendo asalariades. En un contexto de violencia radicalizada, más que nunca urge organizarse: sostener lo construido e ir por más. Ganar espacios. Recomponer la fuerza movilizada. Recuperar terreno.

Reivindicamos la potencia de la CO de San Luis: no por mera formalidad, sino por haber tomado el compromiso y dar lugar a la transformación, habilitando eso que se empuja por abajo. Y así como Sara Ahmed, nosotres también pensamos que no derrocaremos al amo con las herramientas del amo. Por eso nos llamamos a ser protagonistas, nos toca la autoactividad: nos toca pensar cómo queremos que sean nuestros encuentros, poniendo la cabeza y el cuerpo, como cuando pecheábamos con las travas para que las dejen entrar a los talleres. Ejerceremos la autonomía colectiva con los acuerdos por delante, y en el norte las bases emancipatorias del feminismo anticapitalista, ecosocialista, furiosamente disidente al régimen heterosexual.
Los Encuentros son nuestra plataforma de disputa, son nuestra plataforma política. Pero también son ese lugar donde miles de mujeres, lesbianas, trans, bisexuales, no binaries, niñes, pibis y viejas, trabajadoras, estudiantes, jubiladas y desocupadas hacemos catarsis, contamos nuestros problemas a cientos de desconocides porque confiamos en la potencia de la multitud amorosa que nos escucha, nos abraza, nos propone caminos nuevos para ejercer una vida libre de violencias. Por eso, nosotres, reivindicamos los métodos democráticos entre les feministas, con la certeza y el desafío de construir juntes lo nuevo: cambiar todo lo que deba ser cambiado.
Este Encuentro nos abre muchos debates a quienes estamos organizades y luchamos por un mundo nuevo. Porque nos enfrenta a la pregunta sobre cómo construir consensos, cómo resolver y tomar decisiones en instancias tan masivas. Nos pone de cara ante la pregunta sobre cómo el movimiento feminista y transfeminista se recompone para ser protagonista de la lucha contra la injerencia del FMI, contra los planes de hambre que los gobiernos tienen destinados para nosotres y nuestras comunidades, contra el ataque a les laburantes y a los movimienos sociales. Nos pone cara a cara con la urgencia de frenar el saqueo extractivista desde el prisma feminista: luchamos en defensa de la vida digna.

Por eso defendemos el Encuentro como trinchera de resistencia. Como lugar donde brota lo irreverente, como lugar de fiesta, de deseo, de descanso frente a tanto ataque fascista, capitalista, progresista. Ese lugar donde nos permitimos soñar con que otra cosa es posible aunque sólo cueste un poco más. Frente a un Estado y gobiernos que nos despojan de todo, que nos arrojan a la miseria más extrema, en un país rico en recursos pero con el 51% de les niñes pobres, ¿no será momento de rebelarnos? ¿No será momento de recuperar la historia de las mujeres francesas y rusas, protagonistas de sus revoluciones en los albores del siglo XX? ¿No será tiempo de volver a andar, con el corazón y la conciencia, la senda de las anarquistas de nuestras tierras? ¿Cuándo será el día en que las trabajadoras domésticas, las obreras, las desocupadas, las changarinas, las docentes y tantas otras nos rebelemos y demos vuelta todo?
Tenemos que recuperar el monopolio de la acción política. Arrebatarle al Ministerio de Cartón los recursos necesarios para que nuestres compañeres safen, para que las travas tengan un laburo con aportes, pero también debatir frontalmente que ese no es el feminismo que hay que construir. Tenemos que superar la cooptación de la militancia, rechazar el reforzamiento del rol del Estado en nuestras demandas, recuperar la articulación de las coordinaciones políticas autónomas y volver a poner el punto en la responsabilidad del Estado -y sus gobiernos-en nuestras problemáticas.
Volver al encuentro implica volver a pensar cómo nos organizamos para ir y por qué es importante hacerlo. Implica volver a los talleres. Sabemos que la crisis trae aparejada una sensación muy concreta de desmoralización, cansancio y desapego que, muchas veces, solemos apaciguar refugiándonos en aquellos lugares donde nos sentimos bien. Militar debería hacernos bien, aunque muchas veces parece más un pesar que algo que nos dé satisfacción.
Para quienes viajamos hace muchos años, volver al Encuentro implica volver a creer que hay un lugar en el mundo donde les feministas y transfeministas nos transformamos colectivamente y pensamos estrategias para construir el socialismo. Del 86 a esta parte, el Encuentro ha sido la plataforma política para construir planes de lucha feministas y ganar derechos. Pero, fundamentalmente, el lugar que vio crecer a una experiencia única en el mundo: el encuentro de miles y miles de mujeres, lesbianas, travas, bisexuales, personas ni binarias, pibis trans que año a año, en todas las latitudes, debatimos sobre nuestras problemáticas, tejemos alianzas y nos convencemos de que otro mundo es posible.

Este Encuentro es fruto de una victoria cimentada desde Chaco a La Plata, a través de columnas autónomas, ganando cabeceras, impulsando campañas, asaltando escenarios y micrófonos para que se oiga nuestra voz. Es la cristalización de años de resistencias de les compañeres trans, que a fuerza de alianzas transfeministas populares lograron mantenerse dentro de los talleres a pesar de la Iglesia y el PCR.
Los Encuentros son, para nosotres, una de las instancias cruciales en la construcción del feminismo que queremos: deseante, subversivo, desafiante, irreverente, anticapitalista. Año a año hacemos grandes esfuerzos para llegar, sea la provincia que sea, y abrazarnos con compas de todo el país, de todos los territorios, del Abya Yala hasta Kurdistán. Volver a la potencia del reencuentro es una de las apuestas políticas más grandes del año. En un contexto duro, hostil para quienes nos organizamos, llegar a San Luis no fue fácil. Hubo que recuperar una experiencia que parecía aceitada pero que la pandemia complejizó. Y acá estamos de nuevo, en el pogo feminista más grande del mundo.
Por Natalia “la Negra” D’Amico (Integrante del equipo editorial. Militante de Marabunta y de la Campaña Somos Plurinacional)