
El ajuste es violencia patriarcal
La crisis económica y sanitaria profundizada por la pandemia mundial impacta en nuestras vidas de manera atroz. En junio del 2020, en Argentina una de cada cuatro mujeres estaba desocupada. Pero el problema no es la pandemia, sino el capitalismo y el patriarcado. Estos sistemas que permitieron el desarrollo de la pandemia como consecuencia del modo de explotación extractivista, que nos condena a vivir luchando y defendiendo todo aquello que es vital para la vida: el agua, las montañas, la tierra.
Esta crisis evidenció no solo que somos principalmente mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries quienes nos vemos afectades por la desocupación y quienes realizamos trabajos precarizados, sino que también somos las y les que sostenemos la vida mediante las tareas de cuidado: no casualmente, las actividades esenciales son realizadas por nosotras y nosotres. Somos esenciales, sin embargo, los salarios que percibimos por estos trabajos se encuentran en su gran mayoría por debajo de la línea de la pobreza.
Decimos: Si nuestras vidas no valen, (re) produzcan sin nosotras y nosotres. Somos conscientes de que nuestro trabajo mueve el mundo; valorarlo y luchar por su reconocimiento es parte de lo que nos motiva, en medio de esta crisis, a dejar de hacer aquello que beneficia a quienes nos condenan a vivir vidas de miseria. Entendemos que nuestro trabajo va a ser reconocido y va a dotarse de sentido en una sociedad que tenga como perspectiva el bienestar de la sociedad toda y no las ganancias capitalistas.
El estado no nos cuida, nos desorganiza
A un poco más de un año de la creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad contamos un femicidio cada 23 horas. Nos matan a diario y las políticas de cotillón encuentran su techo tan rápido que ya deberíamos buscarnos otro adjetivo para este supuesto feminismo que, desde las instituciones, pretende hacernos creer que es posible un capitalismo más humano y que el patriarcado terminó ayer. Los planes del Estado para reducir la violencia machista se caen a pedazos por la falta de presupuesto y por el desconocimiento de les funcionaries sobre la realidad cotidiana de mujeres, lesbianas, travestis y trans en contexto de violencia.
Sistemáticamente recae sobre nosotres la responsabilidad de garantizar nuestra protección o se nos empuja a buscarla donde esa protección no existe: en la policía que nos reprime, en oficinas mediante un largo camino burocrático y en la justicia patriarcal. Y estallamos de bronca porque no confiamos en estas instituciones ni en sus funcionarios cómplices que nos violentan y nos revictimizan constantemente.
Entonces organizamos la rabia, organizamos la bronca. Este 8M paramos e insistimos porque deseamos vidas libres de violencias, porque queremos un mundo nuevo. Estamos alertas y activas porque la inacción no es una posibilidad cuando se trata de nuestras vidas. Apostamos a organizar redes feministas que nos contengan y a la autodefensa como herramienta colectiva.
Ante las pretensiones de encorsetarnos en estructuras patriarcales, apostamos a la organización. No nos conformamos con ministerios porque para hacer la revolución, hay que darlo vuelta todo. No derrotaremos al amo con las armas del amo.
Nosotres paramos
Nosotres, en lenguaje no binario: porque existir es resistir y nos nombramos como queremos, no como nos imponen y porque esta E no excluye a nadie: nos encuentra a todes para que cualquiera se pueda escuchar en nuestras palabras. Nacides en barrios de un pueblo norteño, de la recóndita Patagonia, en la punta del cerro verde. Somos conurbanas, conurbanes de barrio y de ciudad, somos latinoamericanes, orientales, de kurdistán, somos trabajadorxs y existimos porque resistimos. Somos un movimiento emancipatorio plurinacional: a lo largo de todo el planeta tierra buscando la libertad colectiva y luchando por un mundo nuevo.
Nuestro paro internacional transfeminista plurinacional reivindica cuánto vale nuestra fuerza de trabajo. Nuestra cantidad inmensa y variable de trabajos: formales, no-formales, teletrabajo, intelectuales y un largo etcétera. Y entre estos, aquel trabajo que a lo largo del mundo no se reconoce como tal: el trabajo doméstico.
Nuestro feminismo popular y anticapitalista, desde abajo y a la izquierda, grita ¡BASTA! Hoy decidimos no usar nuestro tiempo para aportar al mundo capitalista que funciona gracias a nuestro esfuerzo. Nos declaramos en desobediencia a la continua expropiación de nuestras energías vitales. Decidimos hacer temblar el tiempo, abrirlo y estallarlo. Durante todo el día nos resistimos a hacer otra cosa que no sea organizarnos para estar juntes, en la calle exigiendo que nos queremos vivas y desendeudadas.
Nos mueve el deseo
Nos pensamos todes en la calle en un paro internacionalista, plurinacional y disidente que haga temblar el mundo desde todas las latitudes, desde todos los márgenes. Imaginamos una vez más, entrelazades en la lucha colectiva, el mundo que queremos construir. Nos fortalecemos desde el deseo imperioso, irreverente, rabioso de cambiarlo todo.
Nos encontramos en nuestras abuelas obligadas a parir y en aquellas que no parieron. Nos encontramos en las obreras mancomunadas en lucha por una vida digna. Nos reconocemos en las mujeres originarias que resisten desde los territorios, que se enfrentan al avasallamiento extractivista desde la resistencia, que nos convidan la posibilidad de pensar otras formas de entender la relación sociedad naturaleza. Nos encontramos en las migrantes que tejen lazos de comunidad y construyen hogar lejos de sus territorios.
Recuperamos la potencia ancestral, histórica de las mujeres, de las lesbianas, travestis, trans, no binaries, para encontrarnos nuevamente en las calles, en los barrios, en las comunidades. Somos más, y somos más fuertes. Para cambiar el mundo hay que poner el corazón, la cabeza, el cuerpo. A eso, al placer de luchar con nuestras hermanas y nuestres hermanes, dedicamos nuestras vidas. ¡La huelga transfeminista va!